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El ex satanista Félix Villalona hizo pacto con el demonio y ‘vendió’ a su madre

SANTO DOMINGO.- Félix Villalona tiene un testimonio macabro y espeluznante. Tuvo una infancia terrible. De niño, su madre se lo llevó a vivir a un prostíbulo de Boca Chica. El papá fue a rescatarlo: lo buscó y se lo entregó a una familia ajena. Esto desató una fuerte disputa entre sus padres. Él les guardó hondo rencor, sobre todo a la madre. Una señora lo adoptó como si fuera su hijo; desde ese momento, ella sería su madre postiza. Por fin había encontrado un regazo de cariño y afecto.

Un pariente lo abusó sexualmente en su niñez. En su juventud se hizo satanista. Adorador del heavy metal, del rock encendido y sus poderes ocultos. Leía la “Biblia satánica” de Lavey. Hacía ritos tenebrosos y siniestros, pero nunca ofreció gallinas negras ni sangre maldita. Pactó con el diablo en 1997.

Se metió al satanismo con otras dos personas. Esa trilogía satánica enroló a una veintena de personas. En un monte realizaban sus ritos; Félix derramó allí su sangre y se la ofreció al mismo Satán, en 1997. Se le apareció un ser gigante (Azazel), poderoso y bestial; él vio cómo desaparecía la sangre que caía de su dedo sobre un recipiente. El demonio se convirtió en tronco de árbol y emitía una voz intimidante. Félix pactó y ‘vendió’ a su madre: tanto rencor le tenía. El acuerdo macabro estaba consumado.

Hizo ese pacto a cambio de recibir fama, dinero y poder. Era vocalista y compositor de canciones satánicas. Estuvo en Desolación, la banda siniestra de rock. Ganó fama, sonó en radio y televisión. Vestía como LaVey: barba roja, uñas negras, ropas oscuras, cejas retocadas. En la clínica donde trabajaba era necrófilo: tenía sexo con cadáveres en un ascensor. Destruía iglesias evangélicas atormentando a los feligreses, en Los Guaricanos. Una de esas iglesias, azotada por él y sus compañeros, acabó con 75 hermanos luego de tener 500. Cayó preso por activista satánico y violador; lo soltaron, aunque no sabe cómo.

En 1991 nació su hija Chabeli. La procreó con su primera esposa, Marisol Keppin. Luego se separaron: Marisol estaba atormentada por los demonios visibles que visitaban la casa. No aguantó y rompió la relación. Félix laboró para una pequeña librería barrial, en Los Guaricanos. Un cliente era asiduo, iba con mucha frecuencia y en cada ocasión daba nombres diferentes. Iba detrás de Félix, para matarlo. Le habían pagado para que lo eliminara.

En una ocasión, Félix iba de espaldas y el tipo iba armado, pero no pudo disparar. Algo lo frenó: no pudo hacerlo. Años después, en un culto evangélico, se lo confesó al mismo Félix, y este se echó a llorar a lágrima viva. En un momento estaba dispuesto a terminar con su propia vida. Trató de ahorcarse pero el cable y la soga se rompieron, cada vez. Preparó una toma, salió al patio helado y se la bebió, esperando la muerte. Entonces ocurrió un milagro: se le apareció un ser angelical, enorme y resplandeciente, que movió su dedo a uno y otro lado, como diciéndole que no, que no era su hora. Félix vomitó a estómago revuelto y amaneció vivo. Lo cuenta bajo la misericordia del gran Señor.

Su padre murió en 2000, y su madre al año siguiente. Antes de morir, ya en lecho de muerte, Félix le pidió perdón a su progenitora y se reconciliaron. Fue el último aliento. Falleció. En 2004 chocó con Dios y Dios le cambió la vida. Ahora es otra persona: un animador cultural, predicador cristiano, escritor y consejero. Publicó su libro “Contra qué luchamos. Crónicas de un ex satanista”, donde cuenta su vida y su terrible experiencia espiritual. Hay que leer esa obra estremecedora, donde relata vivencias dentro de la iglesia.

 

 

 

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